Wednesday, August 30, 2006

Furia paranoica (VI): El vuelo del patito feo

Si alguien le hubiese dicho a Pablo que aquel vuelo sería el último que iba a coger en su vida, Pablo se lo hubiese pensado dos veces al coger el traje de tweed que dejó planchado a conciencia sobre la cama de la habitación de invitados de su piso de la Avenida García Lorca nº 17 minutos antes de acostarse, y ponérselo con la determinación de un pelotón de fusilamiento antes de la descarga fatal. Sus ojos estaban ya entreabiertos antes de que el despertador irrumpiera impetuoso en la somnolienta atmósfera del cuarto. Carmen aún dormía.

Con una simple caída de ojos se despidió de ella. Sentado en la cama temió no tener valor para seguir el plan y quedar petrificado a su lado hasta que la luz del sol se filtrarse por la persiana a medio bajar. Entonces su mujer despertaría, le miraría furibunda, le apremiaría para llegar puntual al trabajo que detestaba, le recordaría que a la salida debía recoger el resultado de los análisis, que tenía hora con el peluquero de la esquina para que, una vez más, le hiciese el corte con el que tardaba dias en sentirse cómodo y pondría cara de idiota al mirarse en el espejo. Cara de idiota, su cara, la cara de Pablo.

Pensó, al escucharla respirar inconsciente, en lo fácil que es conciliar el sueño cuando semana tras semana, año tras año, estás dispuesto a que la cotidianidad te sirva una taza bien caliente de café con tostadas por la mañana. Sin más acontecimiento extraordinario al día que la subida del precio de las verduras en el mercado o esa muestra gratis del nuevo perfume de moda depositado en un sobrecito dentro de la revista del jueves. Al fin y al cabo, era el placer de pequeñas cosas como esas lo que ponía el punto de sal a la sopa fría de su matrimonio.

El caso es que Pablo había trazado un plan, y en ese plan, era el único activista. La dejó allí, sin nota de despedida, y con el sonido del noticiario matinal, que amenazaba un calor abrasador tras la puerta del vecino de enfrente, bajó por la escalera a la calle. Nadie le dio los buenos dias, nadie se despidió de él. El plan marchaba según lo planeado y el poco peso de la maleta que llevaba arrastras hizo sus pasos ligeros. Si cualquiera, cualquiera: el rechoncho tipo del estanco que como una máquina expendedora se limitaba a venderle el Camel sin un mísero “su tabaco, gracias”; Leandro el kioskero con sus interminables puestas al día sobre la situación política de su Argentina natal– pero loco, paráte y oí esto-; Mari la panadera con el olor a dulce de leche recién hecho cosido en lo que era ya su segunda piel; Pedrito, el tonto del barrio, que a tempranas horas se encargaba de llevar el café del bar de Rafa a las niñas de prácticas de la peluquería a cambio de un poco de atención y una erección rápida a costa de tan ilustres y neumáticas estilistas…

Si cualquiera de ellos hubiese sabido que Pablo era una “locaza” que gustaba de poner carmín barato en su boca y sombra en sus ojos. De engalanarse prieta cada sábado poniéndose tetas de papel engurruñado en el menos sujetador de los sujetadores. De jugar a ser una Marlene Dietrich de ahora, mujer fatal de bares oscuros y tipos dispuestos a pasar cualquier imperfección por alto. El idiota de Pablo meneando el culo al sobar un buen paquete por dos duros. Quién lo hubiese dicho.

Desgraciadamente para él, correrías nocturnas de semejante calibre no eran ni remotamente sospechadas. Ya se había encargado con minuciosidad desde el principio de borrar cualquier indicio que pudiese ponerle bajo el sagaz tribunal del barrio y su jurado de viejas brujas arremolinadas en corrillo de cualquier rumor dictando sentencia.

De hecho, había perfeccionado tanto el arte de jugar al escondite por toda la ciudad que era raro recordar de una semana para otra a la fulana de peluca ambarina y blancos muslos, pérfida y desatada, de “la otra noche”. ¿Su nombre de guerra? A gusto del consumidor. Y como desgraciadamente nadie conocía sus audaces y profilácticos weekends, desgraciadamente nadie detuvo el taxi que le alejó como un borrón de la Avenida García Lorca nº 17 directo al aeropuerto.

Cuando llegó al fin pudo respirar. Que ella se quedase con la maldita casa, con el coche, con las facturas y los sobrecitos de perfume de muestra. Que se quedase con la puta vida que quería llevar,esa que a él le hacia sentir despreciable. Por su parte sólo quedaba dirigirle la palabra en la ciudad de los sueños rotos a la sonriente señorita que tenía enfrente vestida con aquel uniforme azul marino ribeteado de amarillo y ridículo sombrerito a juego. Fue breve:

Un billete para el próximo vuelo a Ámsterdam, del tipo que sea.

No sabía Pablo que dentro de su indeseada vida, aquella mañana su mujer podía haberle salvado el pellejo sin pretenderlo. Por una maldita vez hubiese deseado las prisas, la cotidianidad, los pequeños y repetitivos actos de cada día. Carmen aún dormía cuando la dejó y no pudo decirle: Niño, pásate a por el resultado de los análisis. Unos meses antes él hubiese obedecido, pero el plan llegaba a su fin y era hora de embarcar. El virus mortal que había contraído al bajar braguetas desconocidas no le permitiría hacerlo de nuevo. O quizá él ya sabía que aquel iba a ser su último vuelo.

Cuando uno cree que las cosas tienen arreglo de la misma forma que los patos creen que la caza es un deporte, hace las maletas y abandona el barco sin mirar atrás. Aun a riesgo de naufragar en el intento.


Me acompañó en este viaje, Herbie Hancock.

Tuesday, August 22, 2006

Haciéndotelo

Noto como se acerca la hora

de dejar caer la ropa

y suplicarnos con saliva

sobre cada poro y cada herida.

De mirarnos intoxicados

y proyectar sombras sobre las paredes

con ansiedad

y sentir blandos palpitar

nuestros centros de gravedad.

Quiero lamerte, susurrarte

mi aliento en el oído

y romper lo que aun esté cosido.

Sé de tus ganas de quemar

el terciopelo del camino

que va bajo mi ombligo

y estremecer cada latido

entre el humo sustraído

por mi boca y por tu boca.

Y notar como se acerca el momento,

vernos guapos y vidriosos

en la fiesta para dos de esta noche

plastificada y descarnada

con el ruido que entra por la ventana

y los vecinos viendo programas

de medianoche sin saber

de nuestro privilegio al perseguirnos

por planetas a bordo del albino

de estas sábanas y almohadas.

Comer cerezas con paciencia

de etílicos movimientos

hasta el preciso instante

en que el que gritándonos

y ensordeciéndonos,

sintamos el momento

en el que ambos nos esperemos

para reventarnos desde dentro.

Sunday, August 20, 2006

Los que te dejes dar

Cuando, frente a frente, se apagaran el resto de luces y cada presencia indiscreta fuese un borrón. Cuando no sintieses más peso sobre los hombros que mi deseo sosteniéndote y no hubiese más líos que los enredos de mis dedos entre las mechas de tu pelo.

Cuando tu cuello y nuca fuesen la arcilla sobre la que mis orfebres manos esculpiesen; y estos ojos reflejasen el tembloroso carmín de mis anhelos. Tu pulso desbocado incendiaría tus mejillas. Impulsos eléctricos correrían por tu espalda al notar mi mano buscar la tuya, al anudarme a tu cuerpo de piel erizada, al atisbar pasiones cercanas.

A intervalos, te daría y negaría elixires incandescentes buscando en tu mirada impaciencia adolescente. Atraparía sin decidirme por uno u otro cada uno de tus pliegues. Con sosiego, los acostumbraría a los míos. Con calidez, bebería de tu boca hasta aplacar mi sed, borrando cualquier resto de otros sabores. Lentamente, mi lengua arrastraría a la tuya; enroscándose con ella cascabel en celo. Ya no verías, no olerías, no sabrías más medicina que nuestras dos humedades macerando en un único recipiente.

Por más que hubieses dado, sería el primero. Sin otra pausa que tu aliento al coleccionar el mío, pensarías que para qué esperar al siguiente. Centellearían tus pupilas por soplar al aire mil palabras innecesarias antes de bañar tus labios de nuevo en ese grial abierto por los dos, sólo para los dos.

Cuando, brizna entre mis brazos, mecieses tu cintura. Cuando con alas dejases de explorar infinitos rincones al fin descubiertos y con anhelo volvieses a reencontrarlos. Cuando, recién nacidos, tus labios latiesen luna nueva, fundiríamos nuestras ganas interminables en nuevos marcadores de tiempo; los de nuestros calientes mordiscos.

Y sabrías entonces…que te he besado.


Por la inspiración subconsciente (en serio) gracias a Calma.

Friday, August 18, 2006

Experiencias nuevas

Un viaje tremendo – termina por decir J después de cuatro cervezas y más de una hora de batallita.

Tanto como eso…- difiero, yo.

Que sí. Además ¿qué es lo peor que puede pasar?

Hombre, pues no sé.

Mira, no vas a ser ni el primero ni el último en hacerlo. Déjate de historias y pruébalo, que la experiencia lo merece.

Vale, digamos que te hago caso. Que me has convencido y quiero probarlo. ¿A quién tengo que llamar? Es decir, tú que ya lo has hecho, ¿a quién acudo?

A mi me lo solucionó tu hermano.

¡¿Tío, qué dices?!

Que sí, que sí. No me mires así, fue él.

Pues me refiero a eso. Lo peor que me podía pasar es que alguien con quien estoy acostumbrado a comer en la misma mesa me lo pusiese en bandeja.

Deberías agradecerlo. Aunque te suenen a frases hechas: no todos tenemos un hermano tan enrollado. Estas cosas requieren de confianza, de alguien que controle la situación, que sepa de qué va el tema, que esté contigo si la cosa sale mal…ya sabes.

Ni de coña.

A ver, ¿te gustaría ponerte en manos de cualquiera? ¿Hacerlo en cualquier sitio? ¿Te den lo que te den?

Mirándolo así, pero es que no me parece…no sé. ¿En serio que mi hermano…?

En serio, de vez en cuando. El me insistió para que lo probase. Tú déjaselo caer.

Claro. Como quien no quiere la cosa: Oye nene, que estoy pensando en probar. ¡Qué no podría mirarle luego a la cara J! Y mi madre…si se entera…sus niños metidos en ese mundo…piénsalo hombre.

¿Ves? Es como dice él, la gente y los prejuicios.

Vete al carajo.

Exacto, eso es.

Grrrrrrrrrrr.

Bueno, bueno, no me mires así, tú mismo. Yo sólo te digo que es lo mejor y que merece la pena. ¡Subidón!

Pedimos un par de rondas más, las justas para ir perdiendo la vergüenza ante la magnitud de los actos que trataría de llevar a cabo. Llamé a éste y para colmo de los colmos de un servidor, la voz de su familiar interlocutor, que por otro lado, entre espasmos abdominales intentaba sin éxito controlar la nerviosa risita despertada por la petición cuanto menos curiosa de quien escribe, poseía ese matiz inconfundible de “te voy a tener cogido de ahí mismo durante una temporada y vaya si lo voy a disfrutar”, aunque para asombro mío quedamos dos horas después en el centro dispuestos a acometer juntos tan ¿placenteros? menesteres. Que hay que probar de todo y encima, por tan lúbricos y necesarios acontecimientos, te pagan (decía).

Pues eso, que me fui a donar esperma de la mano de mi hermano (pero que mentes tan incestuosas y enfermas que tienen, que es una forma de hablar, por Dios). Me fui a donar entre miradas esquivas con todo ser viviente – con bata blanca o sin ella- que nos salió al paso. No fue para tanto quitando la mirada inquisitiva de la enfermera vacaburra que frasco en mano pensaba, porque su cara era un poema y lo pensaba seguro: Pero a ver, piltrafilla ¿dónde crees que vas? Con la consiguiente pérdida de libido de quien firma durante los quince minutos que tardé en rellenar el papeleo necesario y todo lo demás.

(Aquí es donde viene el salto temporal, su imaginación hará el resto).

Y ahora, a todo aquel que haya tenido los suficientes cojo…”jejeje”(ya saben, me viene al pelo) de llegar hasta aquí y esté interesado:

1.- No, de estupefacientes hablamos otro día, si pensaban que iba por ahí la entrada.

2.- No, no es para tanto y se encargan de casi todo.

3.- No, no dan demasiado dinero por hacerlo, pero da para salir de cervezas una noche.

4.- Sí, aún mi hermano y yo nos miramos cuando nos sentamos a comer.

5.- No, no sacamos el tema en la mesa (Asístanos el cielo de hacerlo).

6.- Sí, les animo a hacerlo, muchas personas se lo agradecerán.

Y a ti, que te pica la morbosidad:

¿Excitante? ¿Subidón? ¿Morbo? ¿Viaje? ¿Experiencia? ¿J?

Imagina un perro verde, pues J es así de “raro”.

Si les place: Depositen sus comentarios.

Tuesday, August 15, 2006

Furia paranoica (V): Sin Cuentos de Hadas (Ficción)




Me entró un terror inmenso sintiéndome rodeado por las cuatro paredes que me acechaban prometiendo estrujarme hasta hacerme espirar el último aliento. Así que decidí salir a pasear. Imaginaba que mezclarme con la marabunta de la calle rompería el desacato que mi alma envilecida proponía al juez de mi conciencia. Eran las diez de la mañana y hacia calor. No había nadie en la calle.

Caminé avenida arriba y crucé el parque donde los niños suelen salir a jugar. Allí estaban, ausentes de maternidad, con las piernas y los brazos cubiertos de barro, quemando el plumaje azul de un pájaro medio enterrado en el suelo. Sus vítores y risas me hicieron acercarme a la pequeña orgía de destrucción. Pude fijarme en sus sonrisas dantescas, en sus ojos dementes, en sus lenguas llameantes. Me sacó de la horrible visión un toqueteo familiar entre las piernas. Debía tener diez o doce años y mientras sus sucias manos me sobaban, escuché:

-No pienses en la pérdida de la inocencia. Fóllame, o acaso no has sido tocado por la helada luz de la mañana.

Salí corriendo espantado, tan rápido como me dieron las piernas, con sus risas detrás. Aun con su “dónde crees que vas” no pude girarme, ni quise tener la certeza de lo que me acababa de pasar. El calor empezó a sofocarse.

Así que con un bulto en el pantalón seguí corriendo hasta salir de aquel lugar e ir a parar a un camino de tierra por el que nunca pasa nadie. El cesar en el canto de las cigarras me puso en aviso de que mi presencia no era bien recibida allí. Completé un trecho del camino y empecé a vislumbrar a una pareja de enamorados que se me antojaron retozando sobre un banco de piedra. Acercándome a ellos, timorato y dispuesto a pasar de largo dejando atrás pasiones ajenas, volví a apretar el paso. Entonces, bajo mis pies, el suelo comenzó a agrietarse y pude sentir como mi olfato despertaba con el olor a sangre. Torcí la vista y observé mejor. Pude escuchar los gritos sordos, el banco hacerse añicos, el sudor frío de la bestia machacando los tiernos huesos del ángel. Pude imaginar los moratones, los esfuerzos por decirle que le quería, que se arrepentía de algo que no había hecho, que no volvería a pasar. Casi llegó a mi nariz la orina bajando por sus pantalones y el dolor, el inmenso dolor…Ella me miró cómplice, me guiñó un ojo y con la mueca torcida de su sonrisa, escuché:

-No pienses en los sueños truncados. Pégame tú también, o acaso no has sido tocado por la helada luz de la mañana.

Se me subió el corazón a la garganta y el pulso me golpeó en la sien. Huí como un animal de aquella paliza crepuscular con un sudor gélido empapando mi ropa. Con la vista nublada y aun con su “dónde crees que vas” no acepté la invitación de su voz y escapé entre sollozos y gemidos quebrados. El frió cada vez era más intenso.

Así que a lomos de la agonía subí exhausto la peor de las cuestas timbrándome los tímpanos por lo que acababa de pasar. No volví a abrir los ojos hasta que sentí de cerca el último recodo del camino. Y allí lo encontré. Cubierto de harapos malolientes me convenció para que abriese los ojos; y así lo hice. Me sentí morir al fijarme en su ceguera, en lo ralo de su pelo, en la ausencia de dientes en sus encías, en sus jirones de carne sobre los huesos, en su curvatura, en su mudez, en la absoluta carencia de sentimientos y matices de su voz. Aquel fantasma me habló, y escuché:

-No sigas corriendo, has llegado al final del camino. Mira a quien quiso aferrarse a la paz, a la inocencia, al consuelo, a la buena voluntad, a la pasión conyugal, a la vida, al mundo, a la verdad, al cambio, a la esperanza. Observa a quien no quiso creer en la mentira, en el vacío, en las balas que se cuelan en el alma…

El imán de su voz muda impidió que me hiciese cargo de la situación que se desataba sobre los fértiles campos lindantes. Una fina cortina de copos cubría y mataba los secos pastos de un campo en el que las flores exhalan cada vez menos olor y la hierba se quema sin remisión. La nevada se hizo más intensa y un blanco terror asolador fue la única manta que quedó bajo la que abrigarse.

-Mira a quien buscó un corazón al que darle todo el amor que llevaba dentro. Mírate, soy tú, soy cada uno de vosotros. Soy la conformidad, la luz invernal. Y tengo algo para ti.

No quise escuchar más y me dispuse a regresar, pero sintiéndome reo de mi propia vida permanecí parado y vi como en su mano un trozo de carne envuelto en papel de plata se mostraba ante mí.

-Es tu corazón. Puedes partir sin él y habitar en ese mundo que conoces. Sin hacer preguntas, sin remordimientos. Haciendo oídos sordos, mirando hacia otro lado. Cargaré con el lastre del amor, de la culpa, del pecado. Mantendré limpio el espejo para que cada dia te mires convencido de que haces lo correcto. Serás feliz.

Pero si lo coges ahora volverás así, como yo, al final del camino.

Así que con las piernas flaqueando y sin aliento me giré, intenté volver sobre mis pasos, acurrucarme junto al calor perdido, sacarme de encima los crudos puñales clavados en el pecho. Y en medio del trayecto de vuelta a mis cuatro paredes opresoras volvió a alzarse su voz. Me volví a parar, sin decidirme entre los dos caminos que me ofrecía recorrer, y a su última pregunta no supe que contestar:

-¿Dónde crees que vas, piensas que siempre podrás escapar de la helada luz de la mañana?

Sunday, August 13, 2006

Mis miserias,perdón por la tristeza

Quizá me hayáis conocido en un momento extraño de mi vida. Conforme ha ido pasando el tiempo, este blog, que empezó con la intención de ser un reducto, una ampliación de algo en lo que unos amigos y yo estamos trabajando (muy despacio), se ha ido convirtiendo en mi navaja personal e intransferible. Digo navaja porque he llegado a la conclusión de que necesito desangrarme para no acumular ese veneno corrosivo y ardiente que incendia mis entrañas, venga de donde venga, sea del tipo que sea, la picadura.

Y diréis ¿de qué coño habla éste?

Esta mañana abrí el gato y la luna, eché un ojo, pensé en muchos de vosotros y por unos segundos, sólo por unos segundos me dije: Debería dejar de colgar estas entradas, hacerlo más ameno, mojarme con la triste actualidad y cotidianidad que nos asola, compartir mis preferencias y gustos, politizar, culturizar…ya sabéis por donde van los tiros como personas inteligentes que sois.

Pero no.

Me asombra la capacidad que tenéis muchos para reinventaros cada dia, os prometo que me asombra, y hasta me provoca cierta envidia sana, siempre sana. No sé si yo sería capaz de seguir un espacio como el mío si no fuese mío, ni si me apetecería comentar en él, o seguir visitándolo, o ponerle link desde mi casa o tantas otras cosas. Creo que no. Supongo que para miserias y penas, las que tiene uno mismo son más que suficientes. Lo mismo, si me tomase de otra forma ésto, lo agradecería. Lo mismo lo agradeceríais vosotros. Lo mismo coincidiríamos en muchas cosas y eso me animaba a dejar a un lado lo que hago. Puede que me sintiera mejor cambiando de tercio cada cierto tiempo. Coger agua, jabón y lavar la costra de ausencias, desprecios, desamores, cabos sin atar, sueños imposibles, realidades indeseables, posibilidades que volaron, fracasos, esperas, tristeza…

Me gustaría tener otra cosa que ofreceros, sorprenderos, sacar un conejo de mi sombrero. Haceros sonreír, engalanarme para vosotros, bailaros un pasodoble, cantaros unas alegrías, subiros a otro carro para irnos a otra Romería.

Pero no.

Necesito-quiero seguir esto, vomitar aquí, ponerme sentimental, echar de menos, amar, sentirme, perderme, esconderme, derramarme, volarme los sesos, comerme la cabeza, darme dos ostias, mirarme, alentarme…y todo, de la forma en que lo hago. Porque cuando escribo y luego leo, veo las cosas de otra forma. Y eso es lo importante.

Ni busco ni espero respuesta. De hecho, últimamente, se me pasa por alto responder a lo que me argumentáis, a vuestros puntos de vista sobre lo que cuento, a vuestras muestras de afecto, a vuestros besos y abrazos que, en serio, siento de cerca (cosas de la física de la dialéctica, como dice Biosofia), antes de colgar la siguiente entrada. Podéis pensar que eso es debido a que me siento en familia con los que rondáis por aquí, pocos pero necesarios. Podéis pensar que escribo por escribir. Que soy aburrido, repetitivo, ñoño. Que son pajas mentales. Podéis pensar lo que queráis, de hecho. Seguro, que penséis lo que penséis, acertáis.

Pero sí.

Así están las cosas. Por algo las llaman “bitácoras personales”, supongo. Me topo con muchas otras cosas cada dia, “buenas y malas” según quien mire. Tengo vivencias personales como todo el mundo. Pero quiero seguir buscando en lo más hondo de mi, con sinceridad desnudar mi alma, rasgarme la garganta, poner sobre la mesa lo que siento.Porque (los dos, A y M,"perdonadme") ya siento ésta mi casa,sólo mia.

Y a quien me observe como yo me observo, sólo una cosa: guste o no, así se va escribiendo mi historia.Hasta que queráis seguir escuchándola.

Thursday, August 10, 2006

A él (mi padre),que zarpó.

Hoy, a este velero de palabras, le azota el peor huracán. El de la ausencia, el de la pérdida, el de ver sin ver, el del latido perdido.

Hoy, éste cada vez más desgastado corazón, rema entre el centeno que deja el vacío de su presencia intentando apartarlo a un lado, sin conseguirlo.

Hoy, este bucanero, no surca más aguas que las de la sal que sale de unos ojos que sangran por no poder subir a bordo a su patrón.

Hoy, este catalejo, no atisba otra isla en el horizonte que esa en la que no podrá volver a pedir consejo, haga caso después o no.

Hoy, este timón que viró en cada reproche, se atasca cada vez que ahora lo hace bien, cada vez que lo hace mal, cada vez que él no lo puede ver girar.

Hoy, estas anclas encalladas por no cumplir las expectativas, se oxidan por cada oportunidad en la que no levaron a tiempo.

Hoy, estos cañones que disparan al cielo con furia, truenan de deseo de haber podido hacer algo más que ver un amarre de velas que se consumieron.

Hoy, este puerto lleno de putas y ron, no piensa en recibir otras botas mojadas que las de aquel que no podrá salir más a navegar.

Hoy, este busca tesoros que, con él, todo encontró, no consigue tirar a la mar el lastre de haber llegado tarde a ver izar la negra bandera en su despedida, por estar en otro océano, en otra tempestad, que poco después izaría otra bandera negra, la de su bucanera, en vida.

Hoy, este parche que tapa lo que no puede esconder, ve nubarrones que amenazan con hundir esta cáscara de nuez, que a duras penas flota.

Hoy, este loro parlanchín, enmudece y muere por esas palabras que él le enseñó con hechos, y que ya se arriesga a decir cuando las siente de verdad

Hoy, que hace poco más de un año que el Trópico de Cáncer engulló el más valioso de los navíos, este grumete mayor se ahoga en el turbio torbellino del “por qué”, el “te extraño”, el “te he perdido”…

Hoy, este hijo que mañana saldrá a navegar otra vez sin él, recuerda una pregunta y una respuesta que se grabaron a fuego en el estandarte de su memoria, que empuñan su espada cuando recuerda aquel acto de valentía, que curan las heridas que le procuran otros aceros:

¿Qué haremos sin ti? Mi capitán. (Pregunté)

Vivir. (Respondió)

Hoy, que me enseñó a no tener miedo para alcanzar la felicidad, a arriesgar lo que haga falta para conseguirla. A darlo todo por quien me haga sentir como me gusta sentir, sin reservas y “palante que conseguirlo lo vale”. Hoy que no ve lo que siento, lo que hago, lo que dudo, lo que suspiro, lo que sueño, lo que duele…

Hoy es uno de esos dias, y más solo que la luna, me rompo y lloro.

Mañana el viento dirá, como siempre lo hace con todos.

Tuesday, August 08, 2006

Todo



Si pudiera decirte que en esta lucha de gigantes no me importa perder o ganar. Que me dejo apresar. Que no hay más ganas que éstas de seguir prendido de tu dulzura. Que no hay distancia que pueda separar mi pensamiento de tus besos de fuego. Que pones nombre de mujer a la humedad. Que no hay alfabeto ni palabra que te pueda expresar. Que me atrevo a intentarlo y soy frágil como una marioneta de cristal.

Que no hay sinfonía como tu risa nerviosa. Que las fotos se velan con el flash de tu mirada vidriosa. Que a tu lado la más bella resulta una horrible vanidosa. Que con uno sólo de tus parpadeos das sentido a cualquier cosa. Que cada momento es de vino y rosas.

Que enciendes con tu lámpara de las maravillas mi alba cada mañana y ya no oscurece. Que serás tú la que pondrá luz a la aurora boreal con la paleta de colores que fluye de tu sonrisa, capaz de pintar la mía, el dia que frente a ella te sientes. Que braman mis tempestades por acercarme a tu playa para que las amanses. Que no sería capaz Caín de matar a Abel si fueses tú quien lo ordenase. Que cada vez pienso más convencido que no habría pozo al que, tras de ti, al tirarme dudase.

Que este agnóstico ocupa horas de nocturnidad en rezar con devoción al Dios que con cincel divino esculpió tus caderas. Que la manzana de Eva se me antoja podrida, sin pecado, cuando entre sábanas me quema la lengua y llega la duermevela pensando en probar la tuya. Que dormiría tan pegado a ti que amaneceríamos siameses. Que cuando llamas me refugio en tu voz y podría morir el sol sin que me diese yo cuenta sólo escuchando tu respiración. Que podría apagar las estrellas con tus espasmos y vaivenes poniéndole así a la noche la mejor conclusión.

Que el primer café que tomo cuando me levanto son tus ojos de marrón intenso. Que te huelo tan fuerte que despego de tu cuerpo su aroma hasta marearme en ronroneo. Que lamería dulzón el salitre que se adhiere a tu piel cuando bañada bajo la luna te sueño. Que, princesa, el contarme uno de tus malos dias hace del mío uno bueno; y los tuyos buenos, son dias perfectos.

Que cada lugar en el que estás es inmenso. Que existen pocos seres tan valiosos bajo el cielo. Que, contigo, son otras las carcajadas y otros los silencios. Que ya puede arder el dinero. Que deshacen tus pies mis arenas. Que me hierve la sangre en las venas. Que son de papel las cadenas. Que si el nuestro no fuese un Reino Tardío, si yo fuese rey, serías mi reina.

Si pudiera decirte que algunos dias estás en mi intimidad, que nos cubrimos el cuerpo de rocío con la boca, que somos la lujuria y la blasfemia, que llegan nuestros gemidos tan altos al cielo que las heridas de Cristo vuelven a estar abiertas. Que en esos momentos me das tu Santa Bendición y la desciendo en espiral. Que danzaría con el diablo por vértelo menear. Que me dejaría disparar una bala por cada dedo que, para descubrirte, quisieras alzar. Cariño, vida, cielo:

Sí, es risa.

No, es magia.

Vale, es sueño.

Jo, es te siento.

Ays, es te deseo.


Y ahora mismo, cuando no encuentro poesía dentro de mi al escribirte estas torpes líneas, pienso que prefiero no pensar o no estarías leyéndolo, pero yo qué coño sé, también soy un descarado que no sabe morderse la lengua, ya ves. Pienso en aquello de los fallos, todos los tenemos, tú y yo también, pero dime: ¿ha visto alguien imperfecciones tan preciosas?

Estés como estés: te llevo dentro, y que sea el tiempo quien ponga la nota final a esta canción. Sea cuando sea, sea como sea, haya o no haya un “ya veremos”…

Un beso en cada uno de tus “ahí”, cruces cifradas de un mapa que descifrar.

Paras mi tiempo, ----.

Saturday, August 05, 2006

Muñecas de trapo


A una barra de distancia.

Pasé la noche entre copas pensando en como sería. Arrimar la distancia que sentía a la que veía en sus ojos. No dejarla beber sola, encender cada uno de sus cigarrillos. Invitarla a tantas copas como me diese el bolsillo. Dos desconocidos que deberían estar en otro lugar y con otras personas. Dos putas que hablan de lo mal que les ha ido en la noche eterna. Tragar nuestras penas sabiendo que en realidad son las mismas. Uno contra otro, como dos espejos tan rallados que han perdido la capacidad de reflejarse. Acabar abrazado a la ausencia de su cintura después de beber de su piel de leche.

No permitir contarnos cuentos chinos. Colmarnos de placer dolorido, polvo tras polvo, buscando otros ojos, tocando otros sexos, viendo otras caras, diciendo otros nombres, sudando otros sudores, soñando otros sueños. Entre recuerdos poseernos con el mutuo acuerdo de acabar la historia a la mañana siguiente, dejando sobre sábanas mojadas de cualquier pensión jugos de amor fugaz e intenso. Yo no recordaría su nombre, ella no recordaría el mío, todo sería perfecto. Trazar el único plan de descargar nuestra frustración uno dentro del otro.

Y sin embargo, creer en la posibilidad de que todo podría haber sido diferente, la incomodidad de no habernos arriesgado a levantar su sonrisa en vez de su falda. Destruir el resto del mundo y crear el nuestro. Construirnos dia a dia. Dejar de caminar solos por la calle. Ofrecernos la vida envuelta en papel de regalo. Podríamos haber sido tan felices, estar tan enamorados, querernos tanto…

Y justo cuando triste me sonrió con su boca de muñeca de trapo, cuando acepté intentarlo, cuando apuré mi vaso y di al frente dos pasos…sus tacones giraron. El tipo de la barra y yo la vimos partir, me puso la última copa y le pude oir decir, con voz ronca:

“Ahí va, con su alma rota, la "Dolores"… siempre marcha sola”.

Wednesday, August 02, 2006

Juguemos,querida

Si un día echase a caminar con tu falda como patria a la que regresar y la sinceridad por bandera: la garganta ajada, el corazón ilegal de este inmigrante melancólico, seguramente no aguantaría el fuerte licor del eterno desencuentro que le asaltaría en el camino. El mismo de siempre. El mismo de cada una de las veces que lo ha intentado.

Como hombre gris y desconfiado con lo que deparan los momentos siempre efímeros de felicidad, no encontraría puerta a la que llamar lo suficientemente convencido de que, una vez dentro, no voy a sentir la irritación que suelo despertar en ellas cuando intento descansar al calor de la lumbre que más calienta.

Sin embargo, voy aprendiendo a abrochar bien mis botas, a reparar en lo gastado de sus suelas, a no dejar que me salgan ampollas en las plantas de los pies, a dudar del número que dices calzar y a no tocar en timbres que no consigo hacer sonar.

A lo mejor, si todos los momentos que siento “momentos de verdad” no se me hubiesen re-torcido anudándose en tela de araña. Si mis sueños no lastrasen imposibilidad. Si las Ostias no fuesen mi pan de cada día. Si dejara de sentirme lejos del hogar que aún no he encontrado y que dudo encontrar. Si no estuviese cansado de esperar el momento de darlo todo, si pensase que aún me quedan suspiros que dar y oir. Si esta maldita obsesión que me llama a buscar en neveras que se me abren vacías me dejase en paz de una maldita vez. Si no me importase ya un bledo que me llames cualquier cosa que te escueza en la boca, si mi chaqueta pudiese mojarse todavía si me escupes. Si no hubiese perdido la fe en eso de que “otra ventana abrirás para mi”, si tuvieses un único mensaje de esperanza que darme, si no dudase del hecho de creer posible volver a creer en ti…

Tal vez, no pensaría que ¡ya está bien! Que si esta es la suerte que me espera, ya no siento terror a lanzar los dados ni a jugar a la fatal ruleta de números rojos, apostando todo al “veintiocho”, perdedor. Y es que cada vez que me sacan a patadas como al ludópata de sentimientos que soy de cada partida en la que tengo la osadía de pedir mano, me juro que es la última vez que espero al azar. Sin embargo, de momento, me puede el vicio y lo sigo intentando. No ceso, todavía, en mi afán de esperar a que me des cartas buenas y yo las sepa jugar. Creo que sabré hacerlo. Y si no, ya veré si vuelvo:

A pedirte un beso.
A querer ser algo más.
A ejercer de abogado del diablo.
A jugar a mover pieza.
A correr al rescate.
A disfrazarme en carnaval.
A salvar los muebles.
A creer que un día serás tal o cual.
A permanecerte fiel.
A lamer tu lengua.
A pensar que no me adornarás con ninguna cornamenta.
A vestirme de lágrima.
A pintarte desnuda a carboncillo.
A servirte el té.
A quedarme a dos velas.
A seguir tú estela.
A acariciar tú huella.

Ahora estoy tranquilo, ya puede salir el sol por Antequera, total, esa noche aún no ha llegado y la luna siempre ha quedado tan lejos…Así que cada noche te busco, la más traicionera, la más despechada, la más peligrosa, la más lasciva, la más sabia, la más zorra, la de la apuesta más alta, la que marca el swing…

Y es que, vida que me ha tocado vivir, a ti te digo que: por muy hija de puta que hayas sido en tu conducción temeraria para los dos, es hora de que yo empiece a tomar otro camino y tú, a ceder el paso. Vuelvo a abrir juego y lanzo la moneda de la próxima jugada: ¿saldrá cruz o saldrá cara? Limítate a jugar, me espetas en la cara.


A todos los que habeis pasado por aqui en mi momento de ausencia,gracias.