Tuesday, November 20, 2007

Chin-chin

No sabía por dónde empezar, que salga lo que salga:



Hoy hubo lluvia de estrellas en los aquíes

Y fueron a parar a mi copa, relucientes como cristal

Perlas de alegría, nunca fingida,

A la hora de festejar lo que brilla por verdad…


…Por verdad, el cariño, la sonrisa, el brindis encabritado

De un golfo que hoy se siente un poco más loco

Por saberte en sus malas y buenas horas…


…Buenas horas, las leídas, las escritas,

Las habladas sin abrir la boca,

Y que canten los pajaricos sus bulerías

Que si entra hambre a mediodía

Tenés un poco de mi sopa fría…


…Sopa fría, y que más da, una vez en alta mar

Beben ron los piratas, y en esta barcaza de hojalata

No hay temor a naufragar.


Que si piden los vientos libertades

Y suenan tangos por soledades

Acá tenés una guitarra, que aunque esté en otros parajes

Es un placer hacer sonar…


…Hacer sonar en mis dedos

Soplando después cada nota

Y que vuelen por los cielos

Hasta tu fiesta llegar…


…Y llegando a este momento

Así he de marchar, a mojarme el gaznate contento

Con un poco de champagne, a tu salud, putita,

¡Por la amistad!



No podría vivir sin música. Acá te dejo dos, para que acompañen el jolgorio. Hoy España se viste de Porteño. ¡Salud, compañera, por todos los que quedan por cumplir!




Friday, November 16, 2007

El gran salto

Señoras y señores, asiduos de este lugar y grandes estimados. Notarán a partir de ésta que la frecuencia con la colgaré entradas en El Gato y la Luna será menos constante. Eso no quiere decir que pasen meses entre ellas, pero sí que apareceré menos que hasta ahora. Desde hace mucho tiempo siento la necesidad de contar historias, unas veces van acompañadas de acordes y otras de teclas. Ustedes participan de las segundas, y a esas voy a referirme.

Cuando conocí esto de los blogs, pensé: Oye, ¿por qué no?

En aquel momento parecía una buena idea y a día de hoy me alegro de haberla llevado hacia delante. Recuerdo a los primeros en dejarse caer por aquí: Don Pimienta y Don Nimepeino. Vinieron Malena, Calma, Pau, Eritia, Iralow…Tremendo, J, Ana…bueno, todos los que habéis formado parte de esto en algún momento. Siempre dejando comentarios, muchos de ellos sorprendentes para mí. Nunca he querido hacer caso de cierto tipo de cosas, pero he aquí que no habéis sido los únicos en los que me las he encontrado. Y a base de animarme tantas veces se me ocurrió presentar un par de relatos a concurso. Una forma de hacer el bobo como otra cualquiera, pensé. Por probar que no quede. Ya que los tengo escritos…y bla bla bla, ya sabéis.

Y resulta que gustaron. Y resulta que conocí gente que se dedica a esto. Y resulta que me veo envuelto ahora en lío de tres pares de narices.

El lío es que me han y habéis convencido. Sí, por mal que suene así es. Hay una editorial interesada y empeñada en que escriba algo que pase de las 150 páginas manteniendo la misma “fuerza” – lo llamaron- hasta el final, hasta el The End. No tengo ni idea de cómo hacerlo porque NO soy escritor. NO he dado clases de escritura narrativa ni NADA por el estilo. Sólo cuento historias. No sé cómo llevar a cabo eso de ser “un soplo de aire fresco” o “novel vertiginoso” -lo llamaron-. La expectativa me hace temblar y si está puesta en mí mucho más. Esto ya no es escribir una entrada a lo loco, ni un relato coherente con una línea argumental más o menos interesante. Esto es un lío de tres pares de narices al que he dicho: sí. Y gilipollas de mí, me encanta.

¿Dónde llegará todo esto? Lo único que puedo decir es que no quiero quedarme en el intento ni preguntarme dentro de diez años qué hubiese pasado. No sé si es buen momento, pero es el momento. Así que, aunque sé que me va a costar -sumad la vida "real"- mucho tiempo y neuronas (posiblemente para nada): allá voy.

Y por el afecto que os tengo a vosotros y ser parte muy importante de mi ánimo, os dejo el primer borrador de lo que espero sea el prólogo de otra de esas historias. Ojala que esta vez con final feliz, para quien la escribe: Servidor de ustedes.



1



Esto no debería empezar así.

Es lo que diría cualquiera que viese el revolver encima de la mesa. Al menos cualquiera que no hubiese participado en todo esto. Es lo que diría quien lo viese desde afuera. Incluso alguno entre ellos pensaría que no es forma de comenzar. Claro, que ellos están muertos y no pueden decir nada; pero de poder hacerlo, de poder subir las escaleras y entrar en este sitio, diría: Esa no es forma de empezar.

El Gordo Tabacoso, diría: Antes de esto, deberías presentar la escena. Detallar al milímetro esta habitación. Plano americano y travelling derecha-izquierda para pasar a un primer plano. Diles que yo os dirigía, lo bien que quedaban las escenas. Nunca dejaba un detalle sin plasmar. Mi forma de decir: ¡corten! Que era un gran director. Diles, diles…

Aunque para ser sinceros, no me agrada la idea de tener que empezar de esa forma; si no necesario, quizá si sea conveniente hacerlo. No por el hecho de que haya mucho que contar, seguro que todo el mundo se ha hospedado en un sitio como éste alguna vez, sino más bien para aclarar por qué lo elegí.

Me encontré con el anuncio por casualidad. Estaba tomando café en Tartypas, la cafetería dónde solíamos ir después de cada rodaje, sentado junto a la cristalera que daba a la calle. Teníamos una semana de descanso forzado hasta que arreglaran la cámara con la que grabábamos y como todo el trabajo de edición y montaje corría a cargo de Jorge, llevaba tres días sin pisar el estudio. Tiempo que dediqué casi exclusivamente a leer un par de libros que me habían regalado por mi cumpleaños y que aún tenía pendientes, y a incrementar mi deuda con el tío que nos pasaba las anfetas. Dejé el primero a medio leer, un rollo místico sobre meditación oriental que acabó por aburrirme y pasé inmediatamente al otro, titulado “Placeres del sexo anal: Del culo a la boca” que me pareció muy interesante. Mientras aprendía cómo dilatar el agujero de atrás con la lengua antes de pasar a la penetración pedí un trozo de tarta de queso cubierta con mermelada de arándanos y una segunda taza de café bien caliente.

Corté un trozo de tarta con el tenedor, procurando que la capa de mermelada no se quedase en el plato y me lo llevé a la boca. Mientras aquella maravilla esponjosa se deshacía en mi paladar pensé en aquel rumor tan sonado de años atrás.

¿Recordáis aquel programa de televisión? Aquella historia de la niñita. El programa había metido una cámara oculta dentro de su guardarropa porque un cantante famoso iba a aparecer de improviso en su casa para darle una sorpresa. Creyéndose sola en casa fue al frigorífico a por un tarro de mermelada mientras el zoom de la cámara barría las paredes cubiertas de posters, al punto de no saber el color de la pintura del cuarto. La familia tenía un perro, un chucho de pelo largo sin raza. Cuando la cría regresó al cuarto abrió el tarro y, con íntima complicidad, llamó al perro mientras empezaba a abrir las piernas…La sorpresa se la llevaron los padres y los directores del programa, que fundieron a negro al instante. El público no daba crédito. Todo el mundo pasmado.

“Pasamos a publicidad y en seguida volvemos” – alcanzó a decir la presentadora con la boca abierta en una mueca como de muñeca hinchable. Es lo que pasa cuando emites en directo. Te arriesgas a que a crías sin apenas vello púbico les de por jugar con sus mascotas. Nadie supo a ciencia cierta qué había pasado, pero todo el mundo lo dio por sentado.

El Empalmado, diría: Es lo que te digo siempre de la imaginación. La imaginación es un arma poderosa. No hace falta un metesaca en primer plano para poner a tono al personal. Eso pasó a la historia. La gente quiere ver cosas que no ha visto nunca, quieren desatar su morbosidad en la intimidad de su cuarto frente a un ordenador. La gente quiere ver incestos, pollas monstruosas, tías con tres tetas y cosas por el estilo. Dales una puñetera cría con un bote y un perro meneando el rabo y les tienes suplicando a tus pies. Ya sabes de qué hablo. Cuéntaselo…

La camarera con mechas, de unos cuarenta, se fijó en una foto del libro y mirándome de reojo, algo ruborizada, me hizo un gesto negativo con la cabeza. No era lugar para eso. Cuando volvía a la barra con la bandeja, no pude evitar mirar su prieto trasero y preguntarme si ella también tenía un chucho en casa que sustituyese a su marido cuando este saliese a trabajar. Bebí del café, me encendí un cigarrillo, cerré el libro y miré a la calle. Hacía un siglo que no me sentía tan relajado, o eso me parecía. Por la Plaza Mayor la habitual escena de las once de la mañana: gente vestida de traje entrando y saliendo de bloques de oficinas, estudiantes saltándose sus clases en la universidad, señoras cargadas de bolsas llenas de comida y ropa, colas en los cajeros automáticos, mensajeros a la carrera…todo el mundo ocupándose de sus asuntos. Encendí otro cigarrillo y empecé a hojear el periódico local.

Política, nada. Opinión, nada. Actualidad, nada. Sucesos, nada. Ofertas:

“Se alquilan cuartos para una persona en zona Hospital, junto al parque Gasset. Barato, pensión completa, amueblados. Apartados del ruido del centro. Ideales para gente tranquila y estudiantes serios. Abstenerse inmigrantes y prostitutas”

Y un número de teléfono. Me decidí porque estos siempre echaban pestes de esa zona. Si había un sitio donde jamás pensarían encontrarme era allí. Además, la ausencia de drogas y putas jugaba a mi favor.

Entonces alzo la vista y miro alrededor. Después de dos días encerrado aquí dentro es la primera vez que me fijo en el cuarto y la verdad es que acostumbrados a los hoteles de lujo que frecuentábamos esta habitación es para echarse a llorar. Hace dos meses estaría tirado en una cama de dos cuerpos con un colchón Bultex masajeándome las lumbares y bebiendo un Perrier Jouet como quien se bebe un vaso de soda. Así nos lo montábamos. Seguramente pediría algo de comer al servicio de habitaciones y me pasaría la tarde mirando catálogos de Dolce, Viceroy, Armand Basi o Gucci.

Miss Garganta Profunda, diría: empieza con lo que llevas puesto encima, tu corte de pelo. Olvida los zapatos, son horribles, pero diles que fui yo quien te eligió la ropa. Diles como solía ir vestida yo. No había nadie que luciese así una falda. Háblales de mis bolsos y complementos siempre a juego. Cuéntales lo preciosa que era, por favor…

Miro el cigarrillo que se consume apoyado en el cenicero. Antes de que el fuego siga devorando el papel y haga desaparecer el nombre que aparece sobre la colilla como irán desapareciendo los nuestros. Apurados, exhaustos, consumidos y dejando en el aire un olor intenso a nicotina y alquitrán que durará tan solo lo que otro cualquiera tarde en abrir la ventana. Entonces todo rastro de que alguien fumó aquí desparecerá. Como nosotros. Sólo humo.

Todos, dirían: Antes de esto deberías describirnos, ubicarnos, contar ¿qué? ¿Quién? ¿Cuándo? y ¿por qué?

Dirían: Ya sabes.

Sí, lo sé. Es más, es la única forma de que me dejen tranquilo. De dejar de escuchar sus voces, todas a la vez, rogándome para que les ponga a unos delante de otros como actores principales, como estrellas del reparto. Oigo sus voces impacientes, apremiándome y en honor a ellos, a cuanto ha sido y a la forma en la que ha sucedido todo debo empezar esta historia así: deprisa.

De la misma manera en la que lo hemos vivido. De la misma endemoniada forma en la que todo se ha ido al traste. Igual de rápido que utilizaré esta pistola cuando haya acabado si no pasa algo que me detenga. Y los sigo escuchando.

Dirían: Adelante.

Dirían: ¡Acción!

Wednesday, November 07, 2007

Relatos enzarpados (3 y último): A tí,lector

Me gustaría decir que no. Pedir perdón. Si pudiera decir que no, solo por una vez decir…


Que no cansé de intentar ser mejor.

Y he llegado a la conclusión

De que cuando muera

Por mi calavera

Ya saldrá alguna flor

Que cada vez que anochezco, me dicen:

Vas a peor

Y de importarme dejó.

Cuando rían porque me falte

Algún diente

Entre dientes me reiré yo

.

.

.

Me gustaría decir que no

Que no ando solo por las calles sin alcanzar a ver.

Que no me vence la sed.

Ya no temo perder la fe

Porque no me queda fe que perder.

Decir

Que he dejado de buscar dónde agarrarme

Antes de oxidarme

Entre piernas que, si soy sincero,

Demasiado nunca llegan a importarme.

De clichés sobre afectos baratos

Intento zafarme

Prefiero hacer de las camas

Tierras de nadie

Para después de follar poder largarme

.

.

.

Decir

Que no me suda la voz

De tanto decir que no

De cuánto tiemblo al oír

Las cosas que quieren, que esperan, que temen de mí.

No me asusta subir a esta noria

A estas alturas, de etiquetas,

Alcurnias y hostias

Aprendí a sobrevivir

Y ya no anegan mi memoria

.

.

.

Y yo qué le voy a hacer

Si llevo a cabo lo que firmo y tú no.

Si a veces me siento a pedir perdón por existir

En medio de tanto dolor.

Si me sé yo mismo a veces tan hijo de puta, a veces un sinrazón.

Si no te juzgo y todo me parece bien.

Si no saco nada en claro de lo que en mí llamo yo.

Si ahogo mis penas en una canción. Si le brindo al mundo cuando soy perdedor.

Si puedo dejarte ir cuando más te amo y si puedo quererte cuando me rompes el corazón.

Si soy capaz, si me quema, de escupirle al sol

.

.

.

Te juro que me gustaría decir que no. Pedir perdón. Decir que no, solo por una vez, que no.

Solo por esta vez,

Que no estoy enganchado sin remisión

A

A esta maldición

…que mal llamamos…

Vida

Y a su

Terror.

Y, sin embargo, no puedo.

No consigo dejar el hábito de fumarme lentamente

Toda esta putada en la que estamos metidos

Y

Yo.

Sunday, November 04, 2007

Relatos enzarpados (2): Carnaza

Tenemos Audis y Volvos y BMW. Cruceros por el Caribe y piscinas climatizadas. Ropa de marca y muebles Stressless. Vajillas Arcoroc y colchones Bultex. Ternera Wellington, lubina y pollo Tetrazzini en bandejas de plástico blanco con cierre transparente lista en cinco minutos con microondas. Liftings y ortodoncias y cinturones tonificadores de abdominales. Televisores de plasma y baños con hidromasaje. Tarjetas de visita con filigranas de oro y sábanas Vianney y Rolex siempre puestos en hora.

Leemos a Murakami y a Tolstoy y a Nietzsche y entendemos de qué va el rollo. Vemos a Wong Kar Way a von Trier a Ang Lee y desmontamos sus argumentos con facilidad. Sabemos que Bach, Beethoven y Wagner, fueron piezas clave en la evolución de la música académica occidental. No hay exposición lo suficientemente underground a la que faltemos. Conocemos a los últimos talentos en ciernes. Sabemos la forma y uso de los dieciséis cubiertos que ponen delante de nuestras narices en un cóctel de alta alcurnia.

Somos adalides de nuestra generación. Estamos a punto de caramelo. A dos peldaños del fin último. De la realización personal.

Somos el gran premio. El boleto premiado con el millón de dólares. Estamos a dos peldaños de Dios. No, qué se joda Dios. Vivimos, y por lo tanto somos, mejor que Dios. Dios debería bajar a servirnos el té en nuestro juego de té Johnson Brotters antes de irnos a jugar al paddle al club de campo.

Tenemos y sabemos de todo…

Y estamos enganchados al Xanax porque no podemos dormir. Al Vicodin. A la lectura compulsiva de revistas de cualquier tipo para no quedarnos atrás en nada. A la última droga de diseño para no quedar desfasados. Al Botox y a las tablas de ejercicios para no dejar de ser admirados. No queremos que dejen de admirarnos. Nos fascina el público, que nos pregunten, que nos adulen, que nos envidien. Queremos estar en el grupo de gente a quien espiar. Nunca tenemos suficiente.


Conocí a un tipo que quería ir más lejos que nadie. La realización final. El más aventajado. El nivel más elevado. El acto definitivo.
Y se metió una pistola en la boca y se pegó un tiro.

“Superadlo” –dejó escrito.

Lo enterraron en un ataúd Cofani Funibri, siempre le había gustado lo italiano. Una semana después hubo varias bajas más en el club de campo. Los familiares de la gente pedían ataúdes a la casa italiana de forma conjunta. Para ahorrar costes de envío.

Queremos ser perfectos.

Y no te das cuenta de que: Por mucho que te esfuerces no llegarás a ser perfecto. Es eso lo que nos hace seres imperfectos. El miedo a reconocer que en nuestra finitud llegará el momento en el que tengamos celulitis, estrías, michelines, arrugas, más pelos saliendo de nuestra nariz y orejas que cubriéndonos la cabeza…y nos iremos olvidando de todo y nos temblarán las manos y no se nos levantarán las pollas ni se nos mojarán las vaginas. La lucha contra el hecho futuro, la certeza, de que nuestra carne colgará algún día y acabará por pudrirse bajo un puñado de tierra.

No somos ejemplos a seguir, ni fascinantes ni ideales ni irrepetibles ni únicos. No tememos a la muerte como final. Al fin y al cabo sabemos que entra en el lote. Cuando naces ya te estás muriendo, lo que hay en medio es una suma de variables. De posesiones y palabras y actos y conocimientos que dejarnos.

Tememos no ser recordados, pero te olvidas de algo: tampoco somos memorables.

Somos el nombre que va detrás del nombre de alguien. Somos la cara tras la cara tras la cara del resto. Estamos hechos de la misma materia erosionable que todo lo demás. No somos el premio gordo que Dios puso en la tierra. Ni el boleto premiado.

No somos una cifra de bonitas formas.

Somos imperfectos, cortantes, hechos a trazos inacabados.

Somos números impares.

Somos...