Thursday, September 21, 2006

Recuerdos y añoranza

Recuerdo que de chicos mi madre nos llevaba, a mi hermana y a mí, a ver las procesiones de Semana Santa “a casa de la abuela Florencia”. Por muchos años que pasen, y que han pasado desde entonces, ese recuerdo sigue tan fresco y limpio en mi memoria que aún puedo verla dejando sobre la cama, inmaculada y perfectamente estirada, la ropa de los domingos, para después pasar revisión militar a nuestras orejas, codos, cara…y ánimo, entre delicados pero precisos y preciosos movimientos de sus manos.

Aunque teníamos edad suficiente como para poder hacerlo nosotros solos con un resultado más que pasable, era ella quien ceremoniosamente abotonaba mi camisa y se aseguraba de que el vestidito de mi hermana “estuviese derecho”. Nosotros la dejábamos hacer, quietos como muñecos, correspondiendo a su dulzura con tiernas sonrisas y sin dejar escapar ni una sola replica o súplica por la boca. Una vez preparados, nos instaba a aguardarla en el comedor en pie, “no arruguéis la ropa que yo no tardo nada”, y sorprendentemente así era. No me he encontrado nunca a una mujer que fuese capaz de aparecer tan radiante empleando tan poco tiempo como a mi madre. (Sin ir más lejos, mi hermana. Cada vez que uno de sus “rollos”, viene a recogerla a casa, me endosa a mí al susodicho para que le de conversación mientras ella “se da los últimos retoques”. Que ya me dirán que retoques son esos porque vamos, yo por lo menos no encuentro la diferencia – y miren que soy observador eh?- entre el antes y el después, y tras media hora digo yo que alguno debería ser perceptible. Pero de mi hermana y sus romances hablaré otro día).

Como decía, mi madre se apañaba y lo disponía todo con la precisión de un relojero suizo. Nos cogía de las manos y salíamos a la calle. “Venga, que no llegamos a las torrijas”. A nosotros se nos iluminaba la cara con aquello. Como mandaba la tradición impuesta por su suegra, antes de que el paso saliese de la iglesia toda la familia tenía que estar allí para rezar un par de oraciones y merendar antes de salir al balcón a ver la procesión. Recuerdo que nosotros movíamos la boca sin decir nada, aguantando la risa por verles a todos haciendo lo mismo: guardando idénticas pausas para tomar aire, cerrando los ojos, meneándose ligeramente en las sillas hacia delante y hacia atrás con el Rosario en las manos. El rezo de sus voces parecía el zumbido de una mosca que aterriza y alza el vuelo una y otra vez. Se apagaba y volvía a alzarse constantemente.

Luego llegaba el momento que mi hermana y yo esperábamos con la misma avidez y predisposición que el tío Pablo la apertura de la tasca de Fermín El Cojo a media tarde. Tras una mañana entera metida en la cocinilla, la abuela exponía ante nosotros sin reparos el Santo Grial del Dulce; y sin reparos y tras prometer un par de veces que teníamos las manos tan limpias como los chorros del oro, dábamos buena cuenta de torrijas, buñuelos, rosca de fideos con miel y tortas de harina, con la misma gratitud que falta de medida.

Con la barriga llena y el espíritu henchido de paz, ellos salían al balcón a tomar el aire hasta la hora en la que la imagen pasase por allí, dejándonos a nosotros de encargados del brasero para que el abuelo, que no podía salir fuera y que no había hablado en toda la tarde, no cogiese frío.

-¿Y quiénes dicen que son ustedes?

- Abuelo, somos tus nietos, pero no hemos dicho nada – sonreí en lo que fue un dibujo tímido y cansino en la comisura de mis labios.

-Ah, muy bien. Déme una de esas, Señor Nieto – nos pedía con la vista fija en la bandeja de la merienda – que se han puesto ustedes torrados y a mí que me cante el sereno.

Nos mirábamos indecisos y nos vino a la cabeza la imagen de Don Julián Hermosilla, el médico se lo tenía prohibido.

-No podemos, abuelo. El Señor Julián y la abuela dicen que…que no.

-Vaya, esos dos dicen que no. Bueno si ellos lo dicen que saben más…¿Qué hacéis aquí? – inquirió, medio abatido.

-Venimos a ver la procesión, hoy es Jueves Santo – contestamos al unísono.

-Jueves Santo, ya entiendo. Pues hace calor para estar en Abril… - comenzó entonces una diatriba sin sentido respecto a como el verano iba adelantando su llegada con el paso de los años. Nosotros no hacíamos mucho caso hasta que nos dimos cuenta de que nos miraba fijamente con esa expresión desubicada que normalmente poseían sus ojos desde que catorce meses atrás comenzara su declive; no sé qué relacionado con el trabajo en la mina durante prácticamente toda la vida.

- Yo antes iba a las procesiones, ¿saben?, y a misa con mi mujer, rezaba y todo. Pero ahora me lo tienen prohibido, como el vino y la tortilla de patatas con cebolla. ¡Si hasta de joven pensé en meterme a cura!, pero claro, luego conocí a la Florencia y ya pueden imaginar ustedes, pero me costó lo mío ¿eh?, que la Florencia ahí donde la ven es hija de Tomás el de la Guardia Civil, y en el pueblo nos conocemos todos. Hasta que no fui a su casa ni cogernos de la mano, oigan, y de lo demás no la convencí hasta que empecé a buscar anillo. Había dias que miraba el Santoral buscándome y todo, pueden imaginar mi paciencia. Pero ay, que recompensa tuvo tanta devoción.

Nos reímos nerviosos imaginándonos al abuelo agarrado de la mano de abuela y con una sudoración digna del campeón olímpico de fondo.

- ¿Quieres que te saquen al balcón y la ves? – sugerimos piadosos.

- Va, si de todas formas no iba a verlo, de joven vista de águila, no se crean, y además ahora me regañan por todo…pero una de esas tortas… - lo intentó de nuevo, si es que recordaba que lo había pedido hacía cinco minutos. Negamos suavemente con la cabeza y pareció resignarse.

- A mi no me gustan las procesiones, me dan miedo – dijo mi hermana.

-Tú te asustas con todo – en realidad a mi me pasaba lo mismo. Tanta gente detrás de la enorme imagen, todos en silencio, las capuchas de los nazarenos y el ruido de los tambores golpeando mi pecho me inducían un frenesí pavoroso que no me abandonaba en muchas noches. Eso sí, no iba a reconocerlo delante de ella e intenté cortar el tema, sin éxito. Ella repuso varias veces y yo volví a contestar otras tantas.

- Yo también – espetó mi abuelo de sopetón – Cuando las oigo venir a lo lejos creo que van a llevarme con ellas. Dios está enfadado conmigo, por eso me mandó a la mina y me ha sentado en este sillón, fíjense ustedes, ni moverme puedo. Razones le he dado, desde luego, como aquella vez que echamos más mano de la cuenta al cepillo de la Dolores, o aquella competición de pedos dentro de la sacristía y que dijimos que había sido la tía de Germán, hasta las ventanas tuvieron que abrir, créanme - siguió contando historias y anécdotas a los dos pequeños desconocidos que tenía delante con un entusiasmo que no se agotaba. Mi abuelo, aquel viejo arrugado que no nos reconocía y al que la vida, hacía unos meses, privaba de muchas cosas, nos pareció el hombre más honesto y, por mucho que hubiese que cambiarle de calzones cuando le venían las ganas, digno del mundo. Reconfortó nuestras almas y nuestros corazones con la cordura de sus incoherencias.

Pasó la tarde tan rápido, entre sus dimes y diretes, que no nos dimos cuenta del atronador silencio hasta que mi madre apareció por la puerta del balcón para decirnos que ya llegaba el Cristo. Yo maldije el que me apartaran del lado de aquel hombre al poco a poco estábamos conociendo esa tarde, me importaba un pimiento la procesión y todo lo demás. Eso sí, cuando la mirada de mi madre se endureció salimos sumisos. Antes de eso prometí que cada Jueves Santo, mientras fuese posible, lo pasaría con el viejo minero. Le besé en la mejilla con cariño y me dirigí al balcón, iluminado ya por las luces de las velas que llevaban los nazarenos. A mi espalda escuché de nuevo su voz y no pude evitar sonreír.

-Y ¿un buñuelito?, sólo uno, se lo prometo.

El resto de mi familia me pregunto que me pasaba. Yo respondí que nada sin perder la sonrisa.

11 comments:

La puta que no te parió said...

No digo nada porque sigo sin gustar ser primera por orden de aparición, es una responsabilidad de la que reniego por carencia de aptitud que la acompañe.
Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeso

Paula García said...

Eres afortunado por tener esos recuerdos... creo que son los que más uno valora, los que más te dejan algo... y es hermoso luego poder compartirlos, tal como tu lo haces aquí con nosotros. Muchas gracias! te dejo un fuerte abrazo!

La puta que no te parió said...

Ahora sí, veo que tu abuelo no era tan abuelo y tú no eras tan niño, más bien veo dos niños disfrutando contrase historias entre los dulces.
Y viendo que veo, veo que podría apostar que tengo pistas de la aproximación de los años que hace que has nacido, ja ja!
Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeso!

Eritia said...

¡Qué lindos recuerdos!, gracias por compartirlos, de ese modo que tú sabes (haciendo que quienes te leemos sintamos que estuvimos allí).
A medida que iba leyendo, se despertaba en la memoria de mi corazón el mágico recuerdo de mi abuelo materno (que me adoraba y yo a él). Sentí esa dulce nostalgia,agradecida, de haber tenido cerca a un ser tan especial, que me quiso tanto y me enseñó y transmitió tantos "ejes" fundamentales en mi vida: entre otros, el amor por los libros, el gozo maravilloso de la lectura y el descubrimiento de la poesía.
Gracias, por el regalo, la evocación paralela de nuestros abuelos.
Un abrazo enormeeeeeeeee.

MaLena Ezcurra said...

Precioso.

Decir nada sin perder la risa, con cara de no se que se yo.

Nada mas bello que un abuelo, el mio era gigante enorme como el sol del mediodia.


Maravillas de la vida

:**

Anonymous said...

No conocí más que a mi abuela paterna, era maestra, una mujer de carácter, enviudo joven con 5 hijos que sacar adelante, tengo pocos recuerdos de ella, murio cuando yo tenía 14 años, pero le debo todo... lo mejor de mi vida me lo ha dado ella, un padre maravilloso, el amor de mi vida, también lo perdí, pero su recuerdo me hace creer en el género humano.
Nadie como él.
Un beso... te echo de menos...

Anonymous said...

Los mejores recuerdos que podemos conservar, y cómo van adquiriendo importancia con el tiempo e influyendo de manera exacta para las próximas vivencias!

Precioso!!!

iralow said...

...acabo de ponerme ñoña, mi abuelo contaba cuentos de iglesias y mochuelos...que cosas

besote

Maik Pimienta said...

A mí mi abuelo me llevaba a montar en bici. El otro era más de bar y chato de vino, era inevitable tener uno preferido. Abrazos amigo.

Eritia said...

Besos en fin de semana, desde ese afecto cercano y compartido.
¡Te esperaba, amigo querido!

Alunizado said...

Biosofia:Más abajo,jajaja!

Paula:Toda la razón,me siento afortunado porque aunque era pequeño esos recuerdos sé que nunca me van a abandonar.Como los tuyos no te abanonarán a ti.Servirán de guia siempre.Gracias a ti por venir,nos seguimos viendo aquí o por esas cartas postales magníficas que dejas en nuestros buzones.

Un abrazo,fuerte.

Biosofia:¿Síiiiiiiiii?Es decir,seguro que sí que es usted buena en eso de ver.Oiga,no vea lo bien que me están sentando,ja ja ja!El que no se consuela es porque no quiere(o no puede) ¿verdad?

Beeeeeeeeeeeeeeso!!

Eritia:Amiga, no es poco lo que te enseñó tu abuelo.Sin duda un hombre admirable que te quiso y al que quisiste.Yo celebro que te transmitiese ese amor por los libros y la poesía,del que todos ahora podemos disfrutar gracias a ti.

Un abrazo.

Malena:Enorme como el sol del mediodia.Seis palabras que le dan la justa y enorme dimensión.Me encantaron.

Siempre :**,señorita.

Calma:Efectivamente,un género,el humano,demasiado acelerado como para hacer caso a los pequeños detalles y recuerdos de antaño.La memoria comida por las prisas.Sin embargo,ahí estamos,echando mano de ellos para conservarla.

Besos,besos.

Persio:A ti por tus comentarios que además de compartir y admirar,sirven para seguir poniéndole letras a cada entrada.Tú lo has dicho.

Un abrazo!!

Artemis:Y eso es lo importante,que además de no dejarlos caer en el olvido sirven para hacernos mejores (o al menos a intentarlo).

Flechazos con cariño.

Iralow:Coincidencias,qué cosas.Ponte ñoña y así te paso el relevo,porque anda que yo...

Besotes.

Maik:¿Sabes?Sólo conocí a uno de los dos,pero de nuevo coincidencias,al que no conocí le iban los chatos que ni te cuento.

Abrazos,amigo!!

Eritia:Más besos.Ya estoy por aquí ;)