Friday, March 02, 2007

Trabados (continuación)



"Virgen de la locura, nunca más te voy a rezar"

Imagen: Cuadro de M.Barada.Un placer,un orgullo,un honor para el blog contar con su inmenso arte y presencia junto a estas letras.


Chapter Two: Huevos revueltos

He perdido casi doce kilos en un periodo record de tiempo. Si fuese médico podría coger un par de fotos mías: el antes y el después, montar un anuncio televisivo para sebosos, y se agolparía una marea humana picando a mi puerta: Doctor Zalayeta, se lo pido por favor, no aguanto más estos michelines, me han echado del equipo. O: se lo ruego, quiero que mi novio me vea como una chica de revista y no como una vacaburra tragalotodo. O: Le pago lo que quiera por esas pastillas mágicas, lo que quiera. Doctor Zalayeta, Doctor Zalayeta, Doctor Zalayeta ¡Queremos ser como usted!

Y sin embargo, ninguno de ellos estaría dispuesto a meterse en mi pellejo. Porque, lejos de lo que creen, no me he puesto a dieta ni atiborrado de milagrosas “capsulas devora-adiposidades-y-bienvenido-al-paraíso”.
No he seguido ninguna tabla de ejercicios o métodos gimnásticos, no aguanto las agujas, así que desechad la acupuntura o cualquiera de esas mierdas místicas. Ni siquiera tengo un puñetero curso en primeros auxilios. No tengo ni idea de pastillas. No soy médico. No soy un ejemplo a seguir.


(Soy la cara de la moneda que no has pedido).


Simplemente, me he ido consumiendo.

Me he ido quemando.

Me he ido derritiendo.

Y seguramente habría seguido haciéndolo hasta dejar en el suelo una mancha de grasa maloliente, me hubiese extinguido por completo, si no hubiese sido por el Señor Existencia Imposible, que es como ha decidido que le llame cuando estamos a solas. Me limito a hacer una pequeña reseña ahora, antes de saltar al momento en el que nos conocimos. Llevo una semana viviendo con él y, aunque debió salir temprano para el hospital esta mañana, me ha dejado un par de huevos revueltos con jamón, zumo de naranja, café caliente, y tostadas sobre la mesa donde desayunamos. Mis tripas van recobrando su ritmo normal. Vuelvo a ser lo mismo que tú: un animal excretor.

Tienes que volver a recobrar fuerzas en seguida – me dice cuando le recrimino por cuidarme demasiado.

Eso llevaría al traste todo - le contesto.

Resolvemos la discusión siempre de la misma forma. Yo intento convencerle y acabo diciendo “este no era el trato”, a lo que el responde con un “bueno, ya veremos luego, tu descansa ahora y hablaremos”. Después recoge todo apresuradamente y se esfuma al hospital dejándome entre protestas tan débiles que acabo por rendirme, hasta la próxima vez. El caso es que, como digo, vivo en su casa y estoy empezando a acostumbrarme a eso. A sus macro desayunos, a sus cuidados y sobre todo a nuestras conversaciones y asuntos pendientes.


***


Cuatro meses antes de este desayuno la puerta de mi antiguo piso se cerraba de golpe poniendo fin a mi relación con Marga. Nunca se lo reprocharé. Es jodido escuchar que la persona a la que quieres va a entregarse a la más absoluta pérdida con los brazos abiertos. Se largó sin decir una palabra. Supongo que había escuchado lo suficiente. Supongo que yo lo había dicho todo. Como despedida me dedicó un: “puedes joderte la vida, pero no esperes que colabore en el proceso”.

A partir de entonces me he ido deteriorando tanto física como mentalmente. Reconozco que no creía que el dinero fuese a dejar mi bolsillo tan rápido, pero una vez asumida mi condición de ex-inquilino, ex-contribuyente, ex-vecino, ex-novio, ex-amante, ex-comensal y ex-animal social al uso, tardé poco en acostumbrarme a mi nueva condición: neo-indeseable perro callejero.


(Soy el cadáver andante que hará que cambies de acera).


Aunque había despachado con más pena que gloria todo lo superfluo: café, cigarrillos, revistas de críticas literarias, cervezas, televisión, luz, teléfono, botes de comida prefabricada y salidas nocturnas, debía ya mes y medio de alquiler, y mi casero sólo tuvo que visitarme una vez para que yo saliera de aquel cubil.

Señol Zalayeta, lamento comunical-le que hay una señolita dispuesta a alquilal el piso. Mañana señol Zalayeta, no más días. O policía. O yo.

Juro que no tengo afán alguno en cachondearme o vengarme del pobre diablo. El tipo hablaba así, o al menos yo le entendía así en el estado de permanente somnolencia en el que estaba sumergido la mayor parte del día. Fue ese “O yo”, lo que me “animó” a dar curso a su petición. Los dos sabíamos que la vía legal podría tardar meses en sacarme de allí dentro, con el consiguiente cúmulo de alquileres pendientes. Yo no pago, tú no puedes alquilar. Pero estos jodidos koreanos llevan siglos dominando la técnica oriental de hacerte un nudo mariposa en piernas y brazos mientras duermes, y ante la perspectiva de abrir los ojos un día y verme en tan incómoda postura dentro de un saco, puse mi culo en la calle a la mañana siguiente. ¿Quién coño iba a echarme de menos? Me largué y entré en la espiral.

En la espiral todo depende del enfoque que le des a las cosas. De lo que seas capaz de imaginar, de tu capacidad para crear a tu alrededor universos paralelos. De creer que el buffet del día está servido en inmaculadas bandejas, y no en bolsas de supermercado llenas de excedentes al pie de un cubo de basura. De dormir en un blando colchón con almohadón de pluma de ganso en el hotel donde se hospeda la actriz de tus sueños, y no pegado al cristal de la cabina de un cajero automático con “La Reme” por vecina esperando que le des un buen apretón. De que tu maleta contenga la última gran novela que has escrito y que entregarás en mano a tu editor para su distribución y multitudinaria venta, y no pensando si te llevarás algo caliente a la boca mañana. Al final te acabas acostumbrando a días mejores y peores. Te acabas acostumbrando a la gente. A lo inesperado. A los pequeños milagros. A las limosnas. A la beatitud en caras ajenas. A huir de los niñatos que quieren darte una paliza. A la delincuencia. Al asco. A no escuchar los retortijones. A que te roben unos calzoncillos sucios. A oler a rancio. A las risas malignas. A ser el mono de la gigantesca feria que es el mundo.

Y aprendes a hacer lo que te hacen. “Quid pro cuo, Clarise”.


(Soy la advertencia que le haces a tus hijos. Soy lo que nadie quiere creer. Soy lo que nadie quiere ver. Soy lo que nadie quiere encontrar. Soy la nada de Mikel.)


En aquellos momentos me di cuenta de que lo único de lo que dependes es del azar. Lo único que nunca vas a perder es la capacidad de elegir. Lo único cierto es que un día vas y te mueres. Lo único que yo tenía en ese momento de mi vida era la posibilidad de que me diesen por el culo definitivamente. O de que me lo salvasen.

Y creo que hablaba antes del Señor Existencia Imposible...




8 comments:

Anonymous said...

Iba a dejar el comentario para más adelante presumiendo lo que se me venía encima.Cómo coño se puede escribir así??????!!!!!!

Eres acojonante,en la ficción y creo no fallar si digo que en la realidad también.

Besos!!!

L.

Anonymous said...

Hola gatito, unos días que no venía por aquí y me encuentro con un pedazo novela que para sí quisieran muchos escritores consagrados. En fín, que te voy a decir que no te haya dicho ya tantas veces, que eres lo más.
Y las imágenes Belliaimas y muy originales. Mis felicitaciones a la artista.
Para ti abrazos de los de siempre.

iralow said...

cortante, profundo y abismal...como tu tierra ;)

maaaaaaaaaaaaaaaaaas....


besoteeeeee mi buen Alonso Quijano

Tatiana QGarita said...

Saludos desde el mar de Orion.
Hermoso blohg, es la primera vez que ando por aqui. Te seguire visitando!!! de paso puedes visitarme a mi!!!
:o)

Anonymous said...

Genial!!
Tus letras son viajes poderosísimos, y resuelvo que este famoso azar se dispara siempre a último momento para concretar las mejores imagenes.

Un abrazo!!!

La puta que no te parió said...

¡¡Puta carajo Gato!!
No me hagas encariñar con un personaje que no va a salir de su trampa, que ya con los guachos de Shakespiere o Cervantes tenemos bastante y ni le podemos pedir que cambien los finales a tiempo che!

Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeso

La puta que no te parió said...

Mirá que si me hacés sufrir a ese muchacho tan simpático mucho más yo no te lo leo ¿He?, no lo voy a resistir, con lo loco liiiiiiiiiindo que pinta y esa jamilputa que le cruzaste en el destino ya de movida, pobrecito, mirá como me lo dejó, ¡ay, ay, ay!...

;)

Paula García said...

No venía hace tiempo y debo decir que me encantó tu historia, que junto a ls nuevas imágenes hacen de este lugar uno de mis preferidos. Un abrazo....Paula