Wednesday, August 30, 2006

Furia paranoica (VI): El vuelo del patito feo

Si alguien le hubiese dicho a Pablo que aquel vuelo sería el último que iba a coger en su vida, Pablo se lo hubiese pensado dos veces al coger el traje de tweed que dejó planchado a conciencia sobre la cama de la habitación de invitados de su piso de la Avenida García Lorca nº 17 minutos antes de acostarse, y ponérselo con la determinación de un pelotón de fusilamiento antes de la descarga fatal. Sus ojos estaban ya entreabiertos antes de que el despertador irrumpiera impetuoso en la somnolienta atmósfera del cuarto. Carmen aún dormía.

Con una simple caída de ojos se despidió de ella. Sentado en la cama temió no tener valor para seguir el plan y quedar petrificado a su lado hasta que la luz del sol se filtrarse por la persiana a medio bajar. Entonces su mujer despertaría, le miraría furibunda, le apremiaría para llegar puntual al trabajo que detestaba, le recordaría que a la salida debía recoger el resultado de los análisis, que tenía hora con el peluquero de la esquina para que, una vez más, le hiciese el corte con el que tardaba dias en sentirse cómodo y pondría cara de idiota al mirarse en el espejo. Cara de idiota, su cara, la cara de Pablo.

Pensó, al escucharla respirar inconsciente, en lo fácil que es conciliar el sueño cuando semana tras semana, año tras año, estás dispuesto a que la cotidianidad te sirva una taza bien caliente de café con tostadas por la mañana. Sin más acontecimiento extraordinario al día que la subida del precio de las verduras en el mercado o esa muestra gratis del nuevo perfume de moda depositado en un sobrecito dentro de la revista del jueves. Al fin y al cabo, era el placer de pequeñas cosas como esas lo que ponía el punto de sal a la sopa fría de su matrimonio.

El caso es que Pablo había trazado un plan, y en ese plan, era el único activista. La dejó allí, sin nota de despedida, y con el sonido del noticiario matinal, que amenazaba un calor abrasador tras la puerta del vecino de enfrente, bajó por la escalera a la calle. Nadie le dio los buenos dias, nadie se despidió de él. El plan marchaba según lo planeado y el poco peso de la maleta que llevaba arrastras hizo sus pasos ligeros. Si cualquiera, cualquiera: el rechoncho tipo del estanco que como una máquina expendedora se limitaba a venderle el Camel sin un mísero “su tabaco, gracias”; Leandro el kioskero con sus interminables puestas al día sobre la situación política de su Argentina natal– pero loco, paráte y oí esto-; Mari la panadera con el olor a dulce de leche recién hecho cosido en lo que era ya su segunda piel; Pedrito, el tonto del barrio, que a tempranas horas se encargaba de llevar el café del bar de Rafa a las niñas de prácticas de la peluquería a cambio de un poco de atención y una erección rápida a costa de tan ilustres y neumáticas estilistas…

Si cualquiera de ellos hubiese sabido que Pablo era una “locaza” que gustaba de poner carmín barato en su boca y sombra en sus ojos. De engalanarse prieta cada sábado poniéndose tetas de papel engurruñado en el menos sujetador de los sujetadores. De jugar a ser una Marlene Dietrich de ahora, mujer fatal de bares oscuros y tipos dispuestos a pasar cualquier imperfección por alto. El idiota de Pablo meneando el culo al sobar un buen paquete por dos duros. Quién lo hubiese dicho.

Desgraciadamente para él, correrías nocturnas de semejante calibre no eran ni remotamente sospechadas. Ya se había encargado con minuciosidad desde el principio de borrar cualquier indicio que pudiese ponerle bajo el sagaz tribunal del barrio y su jurado de viejas brujas arremolinadas en corrillo de cualquier rumor dictando sentencia.

De hecho, había perfeccionado tanto el arte de jugar al escondite por toda la ciudad que era raro recordar de una semana para otra a la fulana de peluca ambarina y blancos muslos, pérfida y desatada, de “la otra noche”. ¿Su nombre de guerra? A gusto del consumidor. Y como desgraciadamente nadie conocía sus audaces y profilácticos weekends, desgraciadamente nadie detuvo el taxi que le alejó como un borrón de la Avenida García Lorca nº 17 directo al aeropuerto.

Cuando llegó al fin pudo respirar. Que ella se quedase con la maldita casa, con el coche, con las facturas y los sobrecitos de perfume de muestra. Que se quedase con la puta vida que quería llevar,esa que a él le hacia sentir despreciable. Por su parte sólo quedaba dirigirle la palabra en la ciudad de los sueños rotos a la sonriente señorita que tenía enfrente vestida con aquel uniforme azul marino ribeteado de amarillo y ridículo sombrerito a juego. Fue breve:

Un billete para el próximo vuelo a Ámsterdam, del tipo que sea.

No sabía Pablo que dentro de su indeseada vida, aquella mañana su mujer podía haberle salvado el pellejo sin pretenderlo. Por una maldita vez hubiese deseado las prisas, la cotidianidad, los pequeños y repetitivos actos de cada día. Carmen aún dormía cuando la dejó y no pudo decirle: Niño, pásate a por el resultado de los análisis. Unos meses antes él hubiese obedecido, pero el plan llegaba a su fin y era hora de embarcar. El virus mortal que había contraído al bajar braguetas desconocidas no le permitiría hacerlo de nuevo. O quizá él ya sabía que aquel iba a ser su último vuelo.

Cuando uno cree que las cosas tienen arreglo de la misma forma que los patos creen que la caza es un deporte, hace las maletas y abandona el barco sin mirar atrás. Aun a riesgo de naufragar en el intento.


Me acompañó en este viaje, Herbie Hancock.

11 comments:

La puta que no te parió said...

Buen viaje a cisne!
Beso

eggy said...

Pequeño y valiente acto de cobardía, la huída de la rutina opresora.
Hermoso relato, imposible de predecir el párrafo siguiente, me ha mantenido en vilo y hasta he lamentado que no durara algunos cuantos más.
Me dejás pensando...
Gracias!

Anonymous said...

No seré yo quien juzgue a nadie, porque no me gusta que nadie me juzgue a mi.Él eligio esa vida, fué su vida, tal vez no la que hubiera querido pero sí la que le toco en la loca lotería de este mundo absurdo...
El final... que más da... al fín y al cabo, final...
Me alucina tu forma de escribir, que poderío!!! boca abierta y babita que cae nena...jajaja
Un besote

Anonymous said...

Bueno, me he ausentado por un tiempo laaaaaargo para mí y en este regreso me encuentro con relatos tan buenos como este.
Qué gusto visitarte!
Ahora una cosita, irse o quedarse no es malo, el que se va no tiene más valor que el que se queda, pero sin embargo el que se queda es el maltratado o el que no supo elegir.
Mmmmmmm yo también me quedé pensando...

Un abrazo!

Anonymous said...

Voy releyendo tu escrito y cada vez encuentro cosas nuevas...
Me voy a atrever a recomendarte (caso que no lo hayas leído ya) un libro que me ha fascinado SON DE MAR de Manuel Vicent de una belleza extrema...
Que tengas buena semana.
Un beso

Paula García said...

Me ha encantado tu relato, la forma en que está escrito y en que te atrapa desde la primera frase. Realmente un agrado leerte. Gracias por compartir las palabras. Un abrazo,

Maik Pimienta said...

Cuando uno está desesperado qué hace? No hace nada, se queda sentado hasta que lo mata el tiempo. Y Pablo tuvo el valor de intentarlo al menos. Yo quiero ser la más loca de todas, y morir en el intento de sentirme vivo. Un abrazo amigo.

Alunizado said...

Bio:Quizá,al final,lo tuviese.El caso es que tenía que volar,y voló.

Tengo algo pendiente que escribir en tu casa,lo haré.

Un beso y cuídate mucho,y más.

Eggy:Me alegro de haber activado tus neuronas,je.Gracias por tus palabras,en realidad duraba más pero lo acoté como mejor pude intentando no perder lo que quería decir.¿Por qué?Porque pienso que soy insufrible a veces.

El próximo enterito ;)

Un abrazo.

Calma:A mi el final no me da igual,cuando acabo algo procuro hacerlo de la forma más "grande" posible.Es como aquello de: "si soy un ser depravado,permitidme ser grande en mi depravación".No es un buen ejemplo,pero no se me ocurre otro.A lo que dices más abajo:No,pero lo apunto y sí,a mi me pasa lo mismo-hay muchos relatos e historias que vais dejando que al releerlas me hacen pensar en cosas diferentes de las que pensaba la primera vez-.

Gracias por tus palabras,me sacas los colores.

Un beso.Que tu semana sea de las muy buenas.

pd.Ah,una cosa:¿lo de nena va por ti o por mi?Jajaja ;)

Artemis:Que gusto que me visites!!Eso,eso,pensad a ver si luego habeis sacado la misma conclusion,o "las", mejor.Un besito y mil gracias,amiga.

Calma:Viniendo de que vienen esas palabras es todo un honor leerlas.Lo mismo digo,gracias por compartir las tuyas.El agrado es mio.

Un beso.

Pimentoso lunático:Amén,amigo.Así ha de ser.

Un fortísimo abrazo!!!

A todos:llevo unos dias de vagancia bloguera,en cuanto me ponga las pilas me cuelo en vuestras casas a que me estimuleis el coco y el corazón.Eso será mañana,seguramente.Hoy sigo ronroneando con vagancia.

Alunizado said...

El re-comentario que va bajo el de Artemis va dirigido a Paula,mil perdones.Paula,pues que eso.

Abrazos.

Alunizado said...

Lo has diho todo,Persio.Gracias a ti por pasar por aquí y dejar siempre comentarios de tal calibre.

Abrazos!!

Anonymous said...

hombre¡¡¡ lo de nena yo... y depende de quien te lo diga...
ummmmmmm
besos